Sobresalía por su refinamiento. También fue utilizado por la
Inquisición, pero su existencia se conoce desde los tiempos de la antiguo
China. Consistía en colocar una rata sobre el abdómen del torturado, encerrada
en un jaula abierta por abajo, mientras los verdugos la hacían rabiar con palos
ardiendo, de forma que el animal tenía que buscar una salida y a mordiscos
abría un túnel en las tripas del condenado, llegando, a veces, a salir por otro
lado del cuerpo.
Consistía en hacer tragar al torturado, un mínimo de 10
litros por sesión, ayudándose de un embudo. Además de producir una insoportable
sensación de ahogo, el estómago podía llegar a reventar.
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